La sopa que no repite aunque ajo lleva
La Sopa de origen humilde, nació entre pastores y labriegos en una aldea de Castilla. De familia pobre, con apenas recursos y expuesta a bajas temperaturas y como única alternativa de vida el duro trabajo en el campo hasta la extenuación. Así surgió un plato sencillo y que ha dado sustento a la gente sencilla por su bajo coste monetario durante décadas.
Era consumida en los almuerzos, a media mañana para reponer fuerzas o para cenar como reconstituyente. Alcanzaron tanta fama que se las llegó a considerar como medicamento, pues se le atribuían cualidades médicas que prolongaban la vida y sanaba el cuerpo (esta por ver).
Elaboración y Coste
Su sencilla elaboración y bajo coste contribuyó a que fuera “plato del día” en todo el territorio español en tascas, tabernas y cafés, además de ser uno de las recetas adecuadas para la temporada de cuaresma.
Una de las personalidades que más ha divulgado este plato ha sido el novelista y dramaturgo Alejandro Dumas. Tras degustar este sencillo manjar llevó su receta a nuestro vecino país del norte. Pero por gusto personal o bien olvido, suprimió el pimentón y puso todo el mérito del plato en el aceite.
No hay mucho secreto en esta receta. Tal vez un único consejo: “el caldo o agua” no debe llegar a hervir, lo demás es cuestión de tino, gusto y tacto. Agua, pan, ajo y pimentón, son los únicos ingredientes necesarios y suficientes para una buena sopa de ajo. Lo demás es añadido que enriquece la base ¿Quién se resiste a sumar un buen jamón y un huevo?. No hay duda que las sopas de ajo son por derecho propio la máxima expresión de esta familia de recetas. “Las Sopas”, cuyo origen y procedencia ya detallamos en un anterior artículo que recomiendo leer “Sopeja, la gastronomía viejuna“.
Ingredientes para cuatro personas de buen yantar:
- 1 litro de agua o caldo de jamón
- 1 hogaza de pan castellano (hogaza) del día anterior
- 3 ó 4 (y no 34) ajos
- 1 cuchara sopera colmada de pimentón
- 2 cucharas de aceite de oliva virgen extra
- Sal
Pues elaboremos, y tratemos a la materia prima como se merece, con cariño y buen saber. En una sartén honda o cazuela de barro si es menester se pone el aceite que nos permitirá freír los ajos picados. Cuando estén dorados los acompañamos del pimentón y una vez disuelto se le añade el pan cortado en rebanadas no muy grandes que han de ser tostadas levemente. Es momento de bañar el pan y el ajo con el agua o caldo y dejar que el agua evapore durante 15 ó 20 minutos.
Nuestro consejo es que una sopa de ajo, debe saber exclusivamente a “sopa de ajo”. Pero si le añadimos un huevo y unos trocitos de jamón ibérico no lo vamos a considerar un sacrilegio, más bien una licencia poética. También podemos hornear la sopa pues contribuye a que los sabores se atemperen. Esto hace que se forme una costra que al paladar da gusto. A partir de aquí la imaginación comienza su camino y es de recibo que toda receta evolucione. Así que no sigas nuestro consejo y añade sabores a este increíble plato. Prueba de ello es este vídeo de una deliciosa sopa de ajo que probé no hace mucho:
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