‘Cold War’ de Pawel Pawlikowski | Cineclub El Gallinero

'Cold War' de Pawel Pawlikowski | Cineclub El Gallinero

¿Sabes cuando en la misa la plebe se pone en pie? Pues hoy en la sala es como si entrara el sumo sacerdote de la secta, así que como dice Gerardo Sánchez, el director de Días de Cine, “on your knees”:

porque de rodillas es como os vais a poner cada vez que recordéis la obra maestra que os ofrendamos esta tarde en el púlpito de nuestra idolatría pagana.

Lo decimos nosotros, y lo vienen proclamando desde los festivales y la crítica –el mismísimo Boyero la ha bendecido con la locución– hasta la legión de postrados ante esta obra que ya es maestra por su universalidad y ejecución. No es un calificativo concedido a la ligera. Desde que la crítica de Cold War se rindió con ovación incluída a su primera proyección en Cannes (mejor director), el público se ha visto seducido y atrapado sin remedio por la nueva historia de amor imposible del polaco Pawel Pawlikowski, el responsable de una de las más celebradas cumbres del gallinerismo ilustrado intitulada Ida (2015, #353), adorada en el sagrario hace justo cien liturgias y sacralizada con el Oscar (vale, sabéis que me pone el rollo yesucraist).

Más de 90 tras su tercera semana en España

Una película que ha provocado el aumento de su presencia en salas y la alegría y el alboroto entre distribuidoras y exhibidores –que se la rifan–, con insospechadas taquillas para un título independiente que venía de casa con todos las papeletas estigmáticas para el desperdicio: blanco y negro, formato 4:3, director valorado pero sin gran predicamento más allá de audiencias de afinidad gallinae.

El fenómeno de público no es más que un fiel reflejo del valor artístico de esta magistral memoria, formalmente deslumbrante, de la relación de amor y odio salvaje entre un músico y una cantante –como no puede ser de otra manera entre artistas– bajo el telón de Acero como fondo alegórico del conflicto sociopolítico entre oriente y occidente, cuyo “sueño irrealizable, el de la utópica esperanza de poder soportarse el uno al otro”, es el de dos cuerpos guiados por un deseo tan inalcanzable como el eterno amor inmortal de Romeo y Julieta o Laura y Petrarca.

Imprevisible, poderosa, lírica, compleja, veraz… al patriarca Boyero se le aturullan las flores en el esófago cuando tiene que rememorar la experiencia que ha iluminado su reencantado espíritu.

“Qué belleza sobre los amores difíciles”  –dice

Y alude al tiempo de meseta para gestionar la revelación, ese momento de intimidad comunitaria que afortunadamente reclamó alguno de nuestros congregados, consiguiendo que la luz cegadora que nos suelta abruptamente en la otra realidad no se haga hasta que los últimos créditos no han desfibrilado nuestro corazón:

“Es imposible que abandones la sala hasta el último título de crédito, flotas, estás removido, la historia que te han contado te impregna, esos personajes, esas imágenes, esos sonidos te van a acompañar durante mucho tiempo…”

Todos sabemos que la bomba de relojería se ha puesto en marcha, y la película irá explosionando en cargas descontroladas a lo largo de nuestra vida.

«Pawlikowski se muestra taciturno, romántico y desesperanzado a partes iguales, se deja llevar por momentos de increíble felicidad que serán destruidos por la cruel realidad de un destino irrevocable. Por eso se escuda en el blanco y negro, pues no quiere que los colores transmitan un exceso de jovialidad nunca requerido ni anhelado, ni tan siquiera en aquellos instantes de risas y caricias, pues sabe que todo es efímero.». Alberto Sáez, EAM.

Como en Ida, Pawlikowski vuelve a descargar el peso dramático sobre el portento interpretativo de Joanna Kulig, cuya triste sobriedad y su ebria insensatez nos remiten a una mujer deslumbrante condenada a vivir bajo la misma influencia que la de Gena Rowlands en el film de Cassavetes.

Con un hermoso arranque en el que el jazz recibe un tratamiento casi filológicoCold War pone en imágenes inolvidables, mediante sensaciones expresadas con sutiles gestos y miradas, el desencuentro vital entre dos seres condenados, en el que la espléndida ambientación de las sensualidades de las cuevas de Saint Germain y el sincretismo artístico de un París en el que Bretón, Trotsky y Diego Rivera permanecían unidos por saberse creadores conscientes de la Historia están reproducidas con una maestría incontestable, y supone

“el indudable paso adelante de uno de los directores más en forma del cine europeo de ahora mismo”.

No suelo comprar el discurso de Boyero, pero no puedo negar la clarividencia de su juicio cuando asume que

“el clasicismo sirve para transmitir emociones universales, retratar un mundo sin que nada falte ni sobre. Sentir como algo tuyo lo que le ocurre a unos personajes de ficción”.

Eso es lo que te vas a encontrar hoy, es lo que esta institución alada le ofrece a tu alma para que vuele, y es la obra maestra que Pawlikowski ha entregado en el ponedero de la universalidad. A nosotros no hace falta que nos des las gracias, pero sí nos complacería mucho que te unieras como hermano al ritual ecuménico.

Yema, sólo yema

“La más triste y bella historia jamás contada.”. Luís Martínez: El Mundo

“Un verdadero regalo, un milagroso trabajo de iluminación en blanco y negro de una textura bellísima y una profundidad de campo que deja sin respiración..”, Nando Salvá: El Periódico

Jueves 22 Noviembre | 20:30 en el Teatro Cine Avenida | Jaraíz de la Vera. Entrada 5€ | Bonos de socio disponibles en taquilla.

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